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viernes, 25 de enero de 2008

123) LOS GEMELOS DEL POP,
UNA VIDA DE PELÍCULAS


"Looos caminos de la viiiida..." canta Vicentico en la radio como si fuese parte de la banda de sonido de una historia que aunque real, parece de novela. Y recién va por uno de sus primeros capítulos.
Es la historia de Carlos y Pablo Silberber, hermanos, gemelos, tanto que hasta la música es una pasión compartida. A uno lo conocimos en 2002 cuando buscaba su lugar en el reality "Pop Star" en su versión masculina. Pablo fue superando una a una las diferentes etapas del concurso y llegó ganador al final del juego para entonces integrar "Mambrú", el grupo vocal con el que grabó tres discos.
Más tarde, su hermano superaría el casting de "Escalera a la fama", allá por el 2003. Él es Carlos y en el juego resultó elegido para integrar un dúo, que se llamó "Gamberro". En RadioUrbana escuchábamos "Conocerte", "Tus polleras y tus botas" y "Nada me mata más que tu voz".
Contradiciendo las normas de redacción de un texto, esto no es ni el principio ni el final de la novela. Pero como este posteo tampoco es la novela de la que hablamos, no nos preocupemos, sólo avancemos, pero será hacia atrás. Aquí todo es posible, amigos.
Como muchas familias porteñas, la de Pablo y Carlos se mudó varias veces, siempre alquilando en barrios del sur de la ciudad de Buenos Aires. Tendrían 11 años cuando se instalaron en la casa que hoy sigue siendo su hogar en Avellaneda, aunque muchas cosas ocurrieron en este tiempo. Como en toda novela. Y en esta, todo parecido con la realidad es eso, vida 100% real.
Uno de los personajes de este relato es Ricardo, el marido de su madre. Feliz propietario de una guitarra criolla, accedió a compartirla con los chicos para entretenerse un rato en la nueva casa. Ese primer momento de diversión les despertó la curiosidad por el instrumento: cuando tenían un rato libre se ponían a rascar y hasta hubo algunas clases con Ricky. Pero un episodio muy gracioso -ya fue dicho antes, es de película- sería el disparador de una firme convicción en los gemelos. Querrían dedicarse a la música, en serio.
Era septiembre del año siguiente de aquella última mudanza y en la escuela preparaban el acto para el Día del Maestro, bajo la consigna de que cada grado debía presentar un número, todo muy parecido a "Domingos para la Juventud" que se veía por la tele.
Entonces ocurrió exactamente lo que estás pensando: los gemelos Silberber y su guitarra subirían al escenario a representar a su 7mo. grado.
De una la idea prendió en todos, ¡nadie en la escuela esperaba un número así! Se pusieron las pilas y se preparaban con tanto entusiasmo que llegaron a pensar que acompañarse con una guitarrita iba a ser aburrido, entonces propusieron tocar con guitarra eléctrica y batería. Obviamente en el grado todos estuvieron de acuerdo.
Pero a pocas horas de la actuación, todavía faltaba cerrar un detalle, o mejor dos. ¡El dúo no tenía guitarra eléctrica ni batería!.
Con su mejor onda, Ricky reapareció en la historia para "producir" el número: aportó la viola eléctrica y la batería, aunque recién el día después los gemelos se enterarían del esfuerzo económico y personal que él había hecho para conseguirles todo lo necesario para tocar.
Con eso resuelto, de puro gentil que es les preguntó: "¿Algo más?". Y los pibes soltaron la lengua: era la primera vez que Carlos se sentaba frente a una batería, los temas que habían decidido tocar (uno de Pappo y otro de La Renga) nos les quedaban muy bien para su tono de voz, no habían podido ensayar y no tenían pie de micrófono.
Vuelta a empezar para lograr que los chicos toquen, como sea, en la fiesta de los maestros. Ricky ayudó a ajustar lo técnico y el pie de micrófono fue suplantado por un compañero que sostenía el micrófono y que, al final, terminó ayudando a cantar la parte de la canción que a Pablo no le salía. Así fue el debut de los gemelos frente al público.
Los chicos cumplen años en octubre. El regalo de 12 para Carlos fue su primera batería, ¡con eso ya nadie los pudo para! Armaron su "sala de ensayo" en esa casa de Avellaneda y así llegarían a sus puertas dos lindas chicas: Música y Adolescencia, exquisitas compañeras para el siguiente capítulo de la novela.
La onda era tocar y tocar. Probaron como trío, como cuarteto, venían cantantes, bajistas, escuchaban cd´s de Led Zeppelin, Deep Purple, Beatles, Piazzolla, armaban shows en casas de amigos y hasta empezaban a componer canciones propias.
A los quince, sintieron que ya estaban afilados. "¿Y ahora qué?", se preguntaron. Ricky -una vez más- sería la clave para obtener una respuesta. Le colgaron un bajo al cuello y como trío salieron a tocar en todos los bares y pubs posibles de Buenos Aires y sus alrededores. La máquina estaba a full, la formación sonaba bien y el público respondía. El sol los llamó por teléfono, el verano los tentó para encarar a la costa... allí fueron trepados a un taxi con sus instrumentos y siguieron tocando en todos los lugares que pudieron. A la distancia, ahora dicen riéndose que esa fue la primera gira que hicieron.
De vuelta al cole, cargando ya diecisiete y por terminar la secundaria, al dar vuelta la siguiente página del guión de esta fílmica vida se encontraron con que la tele les daría una oportunidad. Después del éxito de "Pop Star" con Bandana, sería el turno de los varones, y allí fueron ellos. Uno pasaría este casting; para el otro el destino le tenía reservado un lugar en "Escalera a la fama". Y los dos llegarían el éxito, aunque iban por caminos separados.
Esto de la competencia, las luces en los estudios de tv, las fans y ser parte de un grupo y grabar discos, era novedoso, casi fantástico, un sueño en el que de verdad estaban bien despiertos. Pero también era cierto que estaban pasando dos años en los que cada uno iba por su lado, ya no tocaban juntos...
Una vez que bajó la espuma de la consagración, Carlos y Pablo volvieron a vivir a la casa de Avellaneda, lugar ideal, preciso, para el reencuentro en lo personal y en lo musical.
Como su madre se había radicado en España, un día los Silberber armaron las valijas y se fueron a Europa. Allá conocieron ciudades y paisajes, gente que habla diferente a nosotros y también vieron otras formas de pensar y hacer música.
Fue durante este viaje que también descubrieron en ellos una nueva pasión: el cine. Desde entonces se dedicaron a ver películas de todos los tiempos, buscar directores, explorar en el juego de influencias y tendencias.
En sus cabezas se iba acumulando mucha información y tanta energía ¿a dónde podría canalizarse? ¡Un disco!, obviamente.
Los gemelos dicen que "Turistas en el Paraíso" es "un disco de películas, en el sentido de que todas las canciones estuvieron disparadas por películas, no todas en forma directa, pero de alguna forma sí. De hecho, inclusive el título del disco es resultado de algo que viene de un film del director norteamericano Jim Jarmusch y de algo que tomamos del cineasta alemán Fassbinder que más de uno que se lo proponga podrá descubrir".
El primer corte de difusión fue "Golpe de suerte" y ahora en RadioUrbana escuchamos "Graffiti".
Desde las primeras "maquetas" que Carlos y Pablo hicieron en una computadora, pasando por los demos grabados en Circo Beat hasta la grabación final (entre septiembre y octubre de 2006) en los estudios Santito y Panda -en Buenos Aires- pasaron dos años de trabajo. En ese tiempo estuvieron acompañados por amigos y maestros como Afo Verde y por "hermanos inmigrantes", como les gusta llamar a Ettore Grenci, el productor del disco.
Una página amarga también se incluye en esta historia. En ese tiempo, perdieron a la mujer más importante de sus vidas, y esa tristeza quedó escrita en una canción del disco, al lado de otras que son pura adrenalina y diversión...

FICHA TÉCNICA

La lista de temas de "Turistas en el Paraíso" incluye: Graffiti, Una chica de ayer, Turistas, Nuevo trip, Golpe de suerte, Voy muriendo, Preciados, La casa de María, Toma 1, Babilonia, El alma se llenó, Luz.
Todas las canciones son de Carlos y Pablo Silberberg, aunque "Turistas", "Una chica de ayer" y "Preciados" llevan también la firma de Ramiro Díaz; y "Voy muriendo" que escribieron con Afo Verde.
La ingeniería de grabación y mezcla estuvo a cargo de Natalia Kalwill; el disco fue producido por Ettore Grenci; masterizado en Sterling Sound, New York, por Tom Coyne; en la dirección artística estuvieron Rafa Vila, Afo Verde, Paul Forat, Memo Gutiérrez y Kevin Lawrie.