Un aire fresco envuelve la ciudad… somos parte del viento. En RadioUrbana, cada segundo de cada una de las 24 horas es concebido como un vehículo que lleva un mensaje. No son ondas puestas a vagar; son mensajes dispuestos a comunicar -recuerdos, informaciones, acordes y compases, sensaciones y noticias- un todo, una señal que se multiplica en códigos. A la vuelta de cada palabra, sonido y silencio, aquí habrá siempre un mensaje.

sábado, 26 de mayo de 2007

88) LA DIMENSIÓN DE LAS OBRAS
Por Alcides Cepeda *

Sin dudas que a mí, que cada tanto escribo, si me ofrecieran unos cuantos millones por alguna de mis columnas o mis notas, me costaría decir que no. Lo aclaro, para que la envidia quede de manifiesto antes de arrancar con el despropósito de las cifras que se maneja en el terreno artístico cultural.
De a decenas de millones de dólares embolsan los actores y actrices de Hollywood, por no hablar de productores y directores. Cada año sale a las pantallas “la película más cara de la historia”, en un proceso inflacionario que parece no tener fin.
Otro tanto puede decirse de cantantes y músicos afamados, desde los Rolling Stones para acá (aunque ellos también siguen levantándola con grúa); de escritores famosos, como Mr. Código Da Vinci o Miss Harry Potter, de compañías como el Cirque du Soleil o De la Guarda.
En materia de pintura, en la primera de las subastas de la primavera neoyorquina (“que promete una sucesión de ventas y precios récord”, según los medios especializados), una acuarela del francés Paul Cézanne se vendió por 25,5 millones de dólares, el mayor precio pagado por una obra en papel de este artista. “Naturaleza muerta con melón verde”, pintada entre 1902 y 1906, perteneciente a la colección privada de Giuseppe Eskenazi, había sido valuada inicialmente entre 14 y 18 millones, con lo cual las expectativas terminaron más que colmadas.
Durante ese mismo encuentro, la casa rematadora recaudó 278.548.000 de dólares por pintura impresionista y moderna, una cifra que logró el segundo lugar en las recaudaciones de sus 263 años de historia. Hablamos, claro está, de Sotherby s. En esa misma subasta, Jesuiten III, del período expresionista de Lyonel Feininger, alcanzó los 23,2 millones (frente a una estimación inicial de 7 millones). Algo similar pasó con Les Usines, de Fernand Léger, valuada en 5 millones y vendida en 14 millones al señor del fondo.
Si el arte se define ampliamente como toda aquella creación humana capaz de conmover los sentidos, todo indica que uno de los más movilizados en el ambiente del éxito es, nada más ni nada menos que el dinero.
¿Se justifica pagar semejante millonada por una pieza de arte? ¿Entrará la ética dentro de los sentidos? ¿O acaso el arte ha pasado a ser simplemente una bolsa de valores e inversión, o un nicho para despuntar el vicio para los poderosos económicos?
Por otra parte: ¿Es correcto que un magnate sea el único con derecho a disfrutar de lo excelso de la Montaña Santa Victoria, pintada por Cézanne hasta el hastío? ¿O que un fanático empedernido pueda escuchar él sólo un inédito de los Beatles?
El arte debería ser democrático en su acceso. Que haya dueños de las obras hechas por otros sin dudas permite que los artistas continúen con su proceso creador, sin embargo, el comprar para guardar, para luego vender y luego reinvertir no parece ser una tarea propia del amante del arte, sino más bien del buscador de tesoros.
Dicho esto, claro está, no le diría que no a quien ofrezca sus cuentas bancarias (sin rojos, en lo posible), por unas cuantas líneas de ficción. Pero componer lo que quiere la audiencia, escribir lo que compra el lector, pintar lo que encarga la subastadora, redactar lo que dice el anunciante, esculpir lo que quiere la dama de guantes, tampoco es arte en estado puro. A lo sumo, una transacción económica. Un contrato de compraventa con sensaciones dirigidas.

(*) Agencia MP - redaccion@agenciamp.com.ar