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viernes, 2 de febrero de 2007

54) ÁNIMOS DIBUJADOS

Desde Buenos Aires, el periodista Ariel Neuman comparte con nosotros esta columna que ha titulado

DIBUJOS ANIMADOS

Para cualquier adulto, para cualquier persona mayor de 25 años, entender un dibujo animado de hoy es prácticamente imposible.
Si bien los chicos deliran con puestas japonesas de ojos redondeados, pelos coloreados, poderes segmentados y habilidades deportivas suprahumanas, las historias de bondades y maldades, de odios y contraodios despistan al no iniciado en las particularidades de los cartoons de este siglo.
Las historias que provienen de los Estados Unidos tampoco encuentran un estándar reconocible más allá del grotesco. Gula, efluvios, vómitos, son moneda corriente en las nuevas producciones.
Los dibujos para chicos se han alejado de manera irredimible de los clásicos de siempre. Bugs Bunny, el Pato Lucas, Mickey, Tom y Jerry no son más que unos pobres infelices al lado de personajes como Bob Esponja, Pinky y Cerebro, los chicos de South Park, Futurama, Padre de Familia o los orientales Ju Gi Ho!
Como para que no queden dudas, el cambio de paradigma comenzó a sellarse hace unas semanas con la muerte (18/12/06) a los 95 años de Joseph Barbera, verdadera leyenda de la industria, y terminó con el fallecimiento el mes pasado del dibujante Iwao Takamoto (08/01/07), cuya mano puede verse en La Cenicienta, Peter Pan, La dama y el Vagabundo, 101 dálmatas, Los Supersónicos, Los autos locos y Los Picapiedra, entre muchos otros.
Junto con quien fuera su socio y se le anticipara en el viaje al más allá, William Hanna, Barbera creó a los mencionados Tom y Jerry, a los Supersónicos, a Los Picapiedras, al Oso Yogi, a Scooby Doo.
Las correrías entre gato y ratón, donde apenas si se permitía el habla a la dueña de Tomás y, cada tanto, en sus apariciones, al canarito, cosechó a lo largo de su historia la friolera de siete premios Oscar.
La dupla recibió, además, ocho premios Emmy, entre ellos el Premio del Gobernador de la Academia.
Es que Hanna y Barbera revolucionaron al mundo del cine y de la TV no sólo por sus creaciones animadas, sino también por la conjunción que hicieron entre ellas y los seres humanos.
En los años 40 el gato y el ratón compartieron escena con Gene Kelly bailando juntos en una entrañable producción: Levando anclas.
Sus seis décadas de trayectoria se explican, sin embargo, no sólo por la calidad de sus historias (repetidas una y otra vez, por cierto), sino también por su apogeo en una época en la que el mercado infantil no estaba en los niveles de explotación en los que hoy se encuentra.
Las creaciones de los clásicos se convirtieron así en verdaderos picapiedras, rodeadas de un entorno en el que la competencia ya no se da entre buenos y malos, nobles e inmorales, sino entre grandes productoras que pelean por un negocio que mueve varios miles de millones en todo el mundo.
Entre Marvel y DC Comics, los dos grandes titantes de la historieta norteamericana, se reparten buena parte de la torta; el manga japonés se lleva su cuota apuntando a la segmentación más fina del mercado (con comics y dibujos para mujeres y adultos), y la globalización los engulle a todos.
Hoy se dibuja en un continente, se pinta en otro, se escribe en un tercero, se anima en un cuarto y se musicaliza en un quinto. Los jueguitos electrónicos, las cartas, el merchandising, se hace en algún país de mucha población y trabajo semi esclavo. Todo fluye a velocidades inauditas. Algo que ni siquiera los Supersónicos estaban en condiciones de hacer.

Ariel Neuman - redaccion@agenciamp.com.ar - Agencia MP